Inundación de anhelos guarda mi alma. Anhelos y deseos a veces demasiado añejos. Ayer estuve llevando la Palabra en varios pueblos del norte de mi amado Puerto Rico. Fueron muchos los encuentros, fueron muchos los rechazos. Como en tantas instancias, en una calle sin luz se esconden de la buena nueva. Han olvidado que existe Dios y que Él anhela, al igual que yo, transformar sus vidas. Recuerdo que cuando entré a la oficina de una vendedora de autos sus ojos llenos de ira me anunciaba como un letrero que dice: "No quiero escucharte". Y bueno, en tres ocasiones le ofrecí una tablita. Pero, invadida por miedo, dureza o sólo el Señor sabe, se empeñó en rechazar la Palabra. Me despedí diciéndole que su salvador Jesucristo le amaba. No para sorpresa mía, me ignoró como se ignora lo que es irrelevante. Entoces me sumergi en el silencio casi llorando por dentro. Al final fui yo quien habrá quedado por ella sin aliento y ...