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Mostrando entradas de febrero, 2022

Tu sonrisa me salva

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🔥Domingo 20 de febrero de 2022 Tengo Tu sonrisa que me salva... Mientras compartía con Manuel y Benjamín nuestros corazones ardían simultáneamente. Los verbos, los sustantivos formaban oraciones llenas de canción. Sí, una melodía como de virgen selva. Leche y miel destilada y preparada para alimentar a los de débil corazón. Aguacero de bendiciones del Espíritu Santo moldeándonos. Todos los días Dios quiere mostrar su AMOR por medio del compartir con otros. CRISTO se manifiesta como el desempeño fiel del verdadero AMOR. Sin rostro amargo y sin carga alguna va dándonos aliento. Ser su luz a las personas que nos rodean le dan propósito y sentido a todo. Su sonrisa nos salva. Proverbios 17:17 En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.

A toda hora...

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🔥Viernes 11 de febrero de 2022 A toda hora... Mientras evangelizaba en algunos pueblos del norte de mi amada isla conocí a tres hermosas damas. Hermanas en la fe, hermanas con un entusiasmo singular. Mientras esperaban ser atendidas en un laboratorio les abordé. Y bueno, allí en medio de algunas miradas nos dispusimos a hablar del inmenso AMOR de JESUCRISTO. Con discreción glorificamos el nombre del Señor y para sorpresa mía, las otras personas también se contagiaron con el tema insospechado para aquel lugar y hora. Y es que... Para glorificar al Señor no hay hora, ni tiempo ni espacio. Salmos 55:17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.

Ya no seré igual

🔥Martes 1 de febrero de 2022 Ya nunca seré igual… Manatí, Puerto Rico. Aproximadamente 9.30 am en una cafetería de un hermoso camino rural. Allí, entré con la intención de alcanzar alguna vida. Cuatro hombres desayunaban comida fuerte en las mesas. Me acerqué al primero mostrándole una tablita que decía: DIOS TIENE EL PODER. Con sonrisa amable asintió y hasta ofrendó. Luego fui a la otra mesa y entonces sucedió lo inesperado… Manuel, ese es su nombre; me invitó a desayunar con él. Le dije que a penas acababa de empezar a trabajar agradeciéndole el gesto de hermandad. Él insistió casi obligándome a sentarme y a escucharle por unos minutos. Hablamos de todo, hablamos de su fracaso matrimonial, de sus hijas que hacía más de un año no veía. Con sinceridad admitió que se sentía culpable por todo lo amargo que experimentaba. Detalles demasiado íntimos para compartir, fueron los verbos y adjetivos de mi amado hermano del norte de la isla. Aquel encuentro no era una casualidad, aquel enc